Tanto
hablar de bolsas, las mujeres que juntan bolsas, los hombres y las bolsas, me hizo acordar de un
personaje que formó parte de varias pesadillas que tenía de chica: El Hombre de
la Bolsa.
Creo
que los adultos no tenían en cuenta cuánto nos podían traumar diciéndonos que
nos portemos bien porque sino el Hombre de la Bolsa o el Cuco nos iba a llevar.
Nunca me dijeron mucho, sólo que era malo y que se llevaba a los que se
portaban mal. Claro que portarse mal era
salir a jugar a la calle durante la siesta, cuando mi vieja quería dormir, o
bien a la noche cuando ya había oscurecido y retrasaba al máximo entrar a cenar.
Para
esos dos momentos, el caballito de batalla era asustarnos. Y vaya si lo
lograban. Claro que no hacía mucho caso porque inmediatamente me olvidaba. Pero
eso sí, cada sombra era un lugar del que me mantenía alejada y a la noche sí me
acordaba. Recuerdo más de una oportunidad despertarme y tener miedo de los
muñecos que ocupaban todo el final de mi cama. En la sombra de la noche se
convertían en un ser malo. De todas formas, me tapaba toda la cabeza, trataba
de pensar en otra cosa y seguía durmiendo. Pero sí me asustaba bastante.